Desde siempre ha habido una serie de pasos a seguir para hacer carrera de fotógrafo profesional. Bien es verdad que este siglo XXI y las nuevas tecnologías, así como las redes sociales, han hecho en cierto modo cambiar las cosas y que se pueda iniciar una carrera de fotógrafo profesional por otro camino. De otra manera más directa.
Aunque así pueda ser, a continuación hablaré de los pasos tradicionales por los que todos los que un día decidimos que queríamos dedicar nuestra vida a ser fotógrafo tuvimos que pasar.
Una vez que has cogido una cámara varias veces y has sentido la satisfacción y el gusanillo de hacer fotografías, llega el momento de la formación; porque nadie nace sabiendo y siempre es conveniente adquirir ciertos conocimientos.
Bien sea de forma autodidacta, leyendo libros o artículos sobre técnica y lenguaje fotográfico, o matriculándote en cursos o seminarios de fotografía donde fotógrafos profesionales o destacados docentes en la materia te instruyan sobre las cuestiones básicas que todo fotógrafo debe saber.
El conocimiento de la técnica y los principios fotográficos es fundamental a la hora de crecer como fotógrafo, aunque luego sea para saltarte las normas establecidas que se consideran intocables.
El paso siguiente en una carrera de fotógrafo profesional siempre ha sido empezar a trabajar de ayudante de fotógrafo para ir aplicando los conocimientos teóricos a la práctica diaria y descubrir los problemas de campo que pueden surgir y cómo solucionarlos. Adquirir experiencia práctica, vamos.
Mis inicios
En mi caso particular acompañaría frecuentemente a Antonio G. M. -quien llevaba ya varios años trabajando en una agencia de prensa- cuando acudía a cubrir conciertos de rock, sobre todo. De uno de ellos es la fotografía superior en la que salgo con Antonio Vega, tomada durante la gira de “Dibujos Animados” de Nacha Pop, en los camerinos de la sala Long Play de Madrid.
Antonio, el fotógrafo profesional al que acompañaba, también me había enseñado a revelar negativos de blanco y negro y a positivar unos años antes, cuando yo apenas tenía trece años.
Es curiosa la cantidad de personas llamadas Antonio con las que me he cruzado en mi vida. Tanto, que durante muchos años viví en una comunidad de vecinos en la que había tres personas llamadas Antonio. No es de extrañar que Óscar Wilde hablara de “La importancia de llamarse Antonio”. ¿O era Ernesto?
Tan importante, que sería otro Antonio, Antonio Pueche, del que aprendería mucho mientras hacía de foto fija en el que sería el primer trabajo remunerado de mi carrera de fotógrafo profesional. Pero esa es otra historia que ya he contado…
